¡Poca riqueza y mal repartida!

Ideas para un debate necesario.

Detrás del oprobioso atraso que aqueja a la nación colombiana, se esconde una triste realidad. Colombia produce muy poca riqueza y se distribuye mal. Este fenómeno no es nuevo, pero se acentúa con la evolución de la apertura económica de los últimos 30 años. La pobreza estructural no obedece a falta de condiciones geográficas o demográficas, es una herencia colonial agudizada por un centenario de saqueo del capital extranjero.

Colombia dispone de mejores condiciones internas, cuantitativas y cualitativas, que el promedio de los países con altos niveles de desarrollo humano.

Con un 1,1 millón de km2 ocupa el puesto 25 entre 200 territorios, es 27 veces el tamaño de Bélgica y 11 veces Corea del Sur. Además de la cantidad su territorio guarda invaluables riquezas naturales (Ver mapa interactivo).

En población, con 50 millones de habitantes, es 28 en la lista, triplica a los Países Bajos, supera por cuatro a Bélgica y por nueve a Noruega;

Es el país 26 con más población económicamente activa, supera por nueve a Noruega. Sin embargo, tiene de los peores niveles de remuneración salarial del mundo[1]. El salario mínimo promedio es 7 veces menor que el Bélgica.

Estas envidiables ventajas contrastan con la de países que disponen de menores condiciones geográficas y demográficas, pero han logrado elevados niveles de desarrollo humano.

En la última década (2010 – 2019), el PIB promedio superó los $ 330.147 millones de dólares, cuatro veces menor que el de Corea del Sur. Contrasta absolutamente con el nivel comparativo de ambos países en 1960 cuando el PIB de Colombia era ligeramente superior al del país asiático. Luego de 60 años Corea multiplicó por cinco su producción en comparación con la de Colombia, aunque Corea sigue teniendo un territorio 11 veces menor. Pero no solo cantidad sino calidad en la producción a partir de su complejidad. En este periodo Colombia multiplicó su población por tres y Corea por dos.

El PIB per cápita promedio de la última década fue de $6.963 dólares, una cifra cuatro veces menor que la Corea del Sur, país que en 1960 tenía un per cápita 1,5 veces menor que Colombia. En 60 años el PIB per cápita de Colombia creció 25 veces, el de Corea del Sur 201 veces (Ver gráfica). El salario mínimo de Corea (2019), supera el de Colombia 6 veces.

La internacionalización de la economía contra el país.

Después de 30 años Colombia no destaca en la economía global. El 60% de su oferta exportable son materias primas básicas: café, carbón, petróleo y ferroníquel. La oferta no tradicional son bienes de consumo e intermedios, de baja complejidad tecnológica. Entre 184 economías ocupa el puesto 60 en exportaciones. Por el contrario, la internacionalización si ha permitido el ingreso masivo de importaciones a desplazar producción nacional del mercado interno, con efectos nocivos como el desempleo y la pobreza. El 66% de las importaciones son mercancías que el país puede producir; el 12% del total de compras externas son alimentos básicos, que representan casi un tercio de la dieta alimentaria doméstica.

De 1990 al 2109, en 15 vigencias se ha presentado una situación de balanza comercial deficitaria. A partir del primer año de la entrada en vigencia del TLC con EE.UU. y la Unión Europea (2014), anualmente la balanza comercial es negativa. El déficit acumulado suma más de $66.700 millones de dólares (Dane, 2021), riqueza suficiente para cubrir los costos laborales de 2,8 millones de empleos por año (Salario mínimo más prestaciones sociales).

Poca riqueza y en manos de extranjeros.

Más graves es la situación de la balanza de pago (Ver definición). Cada año desde el 2001 a la fecha, el saldo entre la riqueza que Colombia consigue del mundo, menos la que le paga es NEGATIVO. Y no solo es deficitario, el valor del 2019 es 13 veces mayor que el del 2001. Caso contrario el de Corea del Sur, que en el mismo periodo mantiene un saldo positivo y es 28 veces más grandes que hace 20 años (Ver gráfica). Este asunto lo viene denunciando hace años el profesor Eduardo Sarmiento (Ver última denuncia). Un capítulo igualmente negativo es el saldo entre la inversión de colombianos en el exterior (IDCE) menos la inversión extranjera en el país (IED). En 20 años el déficit se ha multiplicado por 23. En resumen, la poca riqueza que Colombia produce se queda en mano extranjeras en grandes proporciones.

Un auténtico filón del capital extranjero lo representan los créditos a Colombia. Antes de la apertura económica, la deuda externa era de $17 mil millones de dólares, cada colombiano debía 482 mil pesos; para el 2019 superó los $ 138 mil millones de dólares, la deuda per cápita llegó a $8,4 millones de pesos (Ver gráfica). Esto representa un crecimiento de ocho veces en 30 años. Para la vigencia 2021, el gobierno de Duque está proyectando un presupuesto de $75,1 billones de pesos para el pago de la deuda externa. La inversión social que espere, primero los compromisos con la banca internacional.

La inversión extranjera y la deuda externa, por los privilegios, representan las caras de una misma moneda: la del saqueo del país. Cada una de las 19 reformas tributarias de los últimos 30 años, incluidas las cuatro del gobierno Duque, han sido para protegerlas a ambas, en detrimento del bienestar del pueblo colombiano.

La apertura profundiza el sometimiento al capital extranjero, la pobreza y la desigualdad. Según el Banco Mundial, en 2019 Colombia ocupó el segundo puesto entre los países más desiguales del mundo, superado solo por Brasil[2]. Es el noveno con más población en la pobreza extrema y el 10° con más población en la pobreza (Banco Mundial, 2018)[3]. Una expresión -y causa- del atraso se ve en la tenencia de la tierra: el 0,4% de las Unidades de Producción Agropecuaria tienen el 77,3% de la frontera agrícola; mientras que el 80,1% de las UPA solo controlan el 3,7% (Dane 2014)[4] (Ver gráfica).

Pobreza sistemática y precariedad en los servicios públicos esenciales.

El atraso del país se nota en la inversión estatal para la cobertura de servicios públicos esenciales. En el 2019, de entre 195 naciones, Colombia ocupó el puesto 95 en gasto público (31% del PIB); el promedio de la última década fue de 27,6% (Banco Mundial, 2021). Tres ejemplos al respecto.

Colombia ocupa el puesto 68 en inversión per cápita en salud ($343). Un nivel 16 veces menor que Noruega ($5.777 euros). Por cada mil habitantes tiene en promedio dos médicos, frente a cuatro que tiene Suiza (Banco Mundial, 2017)[5]. Claro, sin contar las perversas condiciones laborales del personal de la salud y las tragedias por cuenta de la intermediación financiera de las EPS. No es extraño los miles de muertos por cuenta del Covid-19.

Es peor en educación y ciencia. La inversión per cápita ($256 euros) es 10 veces menor que la de Finlandia ($2.730 euros). La inversión en investigación y desarrollo no supera el 0,2% del PIB; esto es 12 veces menor que la de Bélgica (Banco Mundial, 2014)[6]. En el 2019 se registraron 422 solicitudes de patentes, cuatro veces menos que en Suecia (Banco Mundial, 2019)[7]. Pero la culpa del atraso científico es del magisterio, ¡hágame el favor!

En síntesis, en Colombia la economía es incapaz de garantizar la cobertura de las necesidades básicas a la gente y el Estado no asegura el acceso a servicios públicos esenciales a sus ciudadanos. Esto a pesar de tener condiciones mejores que cientos de países. Sin embargo, de concretarse la agenda de medidas antinacionales de la OCDE, el panorama será peor.

Colombia necesita recuperar el ejercicio pleno de la soberanía para reactivar las fuerzas productivas, para recuperar los parámetros de la capacidad nacional de competencia. Producir y distribuir riqueza nacional es una necesidad para superar el atraso económico, científico y cultural. Pero para eso hay que hundir el modelo, como dice Sarmiento (ver). Es la tarea más apremiante del pueblo colombiano.

[7] https://datos.bancomundial.org/indicator/IP.PAT.RESD 


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