NO HAY PRESENTE NI FUTURO DIGNO, SIN LUCHA POLÍTICA

Hace 20 años cuando estaba en la Escuela me dijeron que era importante estudiar porque algún día tendríamos que conducir la nación desde diferentes ámbitos. Muchos soñamos con ser médicos, empresarios, deportistas, periodistas, dirigentes políticos, bomberos, ingenieros, contadores públicos, arquitectos, en fin, una gama de actividades que hacen funcionar la sociedad. Con el transcurrir de la época estudiantil, llegó el tan anhelado futuro, sin embargo, no es como esperábamos.

A nuestra generación le correspondió vivir el desastre que dejó la apertura económica que iniciara el Gobierno de César Gaviria por mandato de los EE.UU. Proceso que desmonto la protección del mercado interno, que abandono a los productores agropecuarios e industriales nacionales, que entregó en manos de operadores privados la prestación de los servicios públicos, la salud, la educación, las pensiones, las telecomunicaciones, las carreteras, los puertos y hasta los ríos, etc. La destrucción de las garantías de los trabajadores se convirtió en norma, los contratos estables con garantías salariales y prestacionales se extinguieron, y ni qué decir del derecho a la asociación de los trabajadores.

En estos 20 años el régimen económico y político (neoliberalismo y libre comercio) con el que se gobierna en Colombia, no importa si el presidente tiene el aval de los Partidos tradicionales o si irrumpe como una opción "independiente", todos han contribuido en profundizar medidas que le han arrebatado a los colombianos la DIGNIDAD, creo que lo último que les está quitando es el miedo a protestar a reivindicar sus derechos con auténticas expresiones multiclasistas de resistencia civil.

Nuestra generación tiene un presente de miseria y un futuro incierto. Un país en donde 7 de cada 10 trabajadores son informales, tan solo 4 de cada 10 estudiantes que terminan el bachiller pueden acceder a la educación superior, 1.5 millones de jóvenes entre 14 y 24 años están desempleados, más de 8 millones de colombianos padecen hambre, más de 5 millones viven en la extrema pobreza, así por el estilo podríamos mencionar cifras que revelan el verdadero drama del presente de nuestra generación. Y aunque el panorama es desesperanzador, lo es más, si se tiene en cuenta que las ideas que han causado este desastre, se siguen imponiendo con mecanismos mucho más perfeccionados.

Con la firma de Tratados de Libre Comercio por doquier, la práctica de sustituir la producción nacional -fuente de empleo y generación de riqueza- por la extranjera es la norma. Pero ahí no paran las cosas, estas herramientas del Libre Comercio (TLC) no solo afectan al país por el tema de la producción, también representan cambios en la forma como el Estado garantiza que los colombianos disfruten de los derechos fundamentales. Su principal bandera es hacer de los derechos fundamentales una mercancía, de la que se puede disfrutar en la medida en que las personas tengan dinero para pagar por ella.

A nuestra generación le corresponde confrontar las políticas que han destrozado al país, y aquellas personas que las impulsan, aquellas personas que separaron su destino de la del resto de la nación, al pequeñísimo grupo de colombianos que viven de privilegio en privilegio, mientras el pueblo paga por ellos.

A nuestra generación le corresponde oponerse valerosamente a la desarrollo de las ideas que destruyen el presente y futuro de los colombianos. Sin dilaciones y con mucha determinación tenemos la responsabilidad de erradicar de la nación las ideas neoliberales con la lucha política, civilista y democrática.

Tenemos el deber y derecho a construir una nación soberana y democrática. La dignidad del presente y el futuro de las futuras generaciones así lo demandan.

¡Tu dignidad, nuestra causa!

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