Desempleo crónico
Hay voces que están responsabilizando a la pandemia, y recientemente a las protestas, de la crisis económica que acosa a Colombia. Una expresión de
la crisis es el desempleo, del cual se desprenden fenómenos como el rebusque, la
pobreza, la desigualdad, el hambre y la violencia. Pero, ¿es el desempleo en Colombia
fruto de la pandemia o de la intensidad del paro reciente? Aquí algunas ideas
para este debate, respaldadas con las cifras oficiales disponibles.
Colombia sufre de un problema de desempleo crónico. Del
año 2000 al 2019, al menos uno de cada 10 trabajadores estuvo desocupado (11,34%).
De otra parte, para los ocupados las cosas no son mejores. Cerca de la mitad de
los empleados presentaron alguna característica de informalidad laboral (48,9%).
El 76% de los asalariados ganaban máximo 1,5 salarios mínimos y el 50% hasta un
salario. Uno de cada tres ocupados es trabajador por cuenta propia (36,5%). Y como si no fuera suficiente, uno de cada tres
personas aptas para trabajar está en el segmento de inactivos; una alta proporción (40%) realizando labores domésticas
no remuneradas.
Durante la última década (2010 – 2019) la tasa
promedio de desempleo en el Valle fue del 12,2%, en Cali del 11,83% y en Buenaventura
del 20%. El fenómeno es matizado por la alta prevalencia del rebusque y de la
capacidad de las familias para subsistir en medio de las precariedades. La
pobreza monetaria, por ejemplo, afectaba a uno de cada cuatro vallecaucanos
(27,5%).
A Colombia llegó el Covid-19 en medio de una aguda crisis, incubada por 30 años de políticas antipopulares y antinacionales. Mientras las principales economías del mundo tomaron medidas integrales para afrontar la emergencia de la pandemia, el Gobierno de Duque mantuvo la línea de ortodoxia neoliberal y aperturista, a pesar del llamado de fuerzas democráticas como el Comité Nacional de Paro.
No modificó las condiciones de la política
comercial para proteger el mercado interno en favor de la producción nacional.
No implementó mecanismos de fomento productivo. No oxigenó la capacidad de
demanda de las familias, vía asignación de renta básica, y, por el contrario,
implementó una reforma laboral para precarizar más el empleo (Decreto 1174).
Afortunadamente la Corte acaba de tumbar el 1174.
Los resultados no se hicieron esperar. En los
primeros 90 días de emergencia sanitaria, uno de cada cinco trabajadores a
nivel nacional estaba desempleado (20,33%). En el Valle, por lo menos, uno de
cada cuatro (27,7%); con Buenaventura como el caso más crítico, donde el
flagelo afecta a uno de cada tres (33,9%). La pobreza monetaria afectó al 34,5%
de los vallecaucanos y uno de cada cuatro hogares no logró consumir tres
comidas diarias. Además de los varios miles de muertos por Covid-19.
Tras el primer año de emergencia sanitaria, los
indicadores del Valle son desastrosos: el desempleo creció en 55% con respecto
al promedio de la última década, y en Cali el 74%; la pobreza monetaria creció
en 25%; la desigualdad en 8.3%, y; la inseguridad alimentaria en 400%. Sobre el
fenómeno de la informalidad laboral no se conocen cifras. Con estos
indicadores, no es extraña la intensidad de la movilización en el Valle y
particularmente en Cali.
Ahora, es innegable que las protestas afectaron la
dinámica productiva del Valle. Durante el trimestre abril – junio la tasa de
desempleo en Cali llegó al 21,4%. Una cifra más alta que el trimestre anterior
(18,7%), pero mucho más baja que en el mismo periodo de 2020. Basado en los
informes oficiales, el paro tuvo una incidencia coyuntural en el aumento del
desempleo. No obstante, el paro es una respuesta y no la raíz de los problemas
sociales del país.
La raíz del desempleo, y de los fenómenos que le
sobrevienen, es la política de sustituir el trabajo colombiano por el
extranjero. Al respecto es ilustrativo el desempeño de la balanza comercial del Valle. Entre 1990 y 2020 las importaciones
del Valle del Cauca crecieron 4,3 veces, mientras que las exportaciones solo 2,3. Esto no es sólo grave sino irracional, pues
el 84% de las mercancías importadas se pueden producir en Colombia.
Con el valor de las importaciones, innecesarias
(84%), se pueden remunerar 242.117 trabajadores por año [1]. Una cifra que
representa el 51% de los desempleados en el Valle durante el 2020. Ahora bien, con el valor del déficit comercial ($7,8 billones de pesos), se pueden
cubrir los costos laborales y prestacionales de 130.565 trabajadores por año [2].
En definitiva, el Valle lleva 30 años perdiendo riqueza y arruinándose con las importaciones.
La entrega sistemática del mercado interno a las
mercancías extranjeras, el desmantelamiento de los mecanismos de fomento
productivo y la ejecución de una política laboral regresiva, que precariza y
empobrece a la clase trabajadora; es la raíz del desempleo crónico que agobia
al país. La mala noticia es que la apertura económica es un proceso que vienen
alimentando cada gobierno, como ahora el de Duque con las imposiciones de la
Ocde.
Responsabilizar a la pandemia o al paro de los problemas sociales, es dedicarle atención a la fiebre. Los 40 días del paro nacional responden a los 30 años de empobrecimiento del país, que hacen que los padres no tengan un presente próspero y la juventud no tenga un porvenir esperanzador. Entonces, hay que cambiar la política económica y recuperar el derecho de los trabajadores y empresarios colombianos a producir la riqueza que el país necesita para superar el atraso económico, científico y cultural. Un buen inicio será lograr que el Congreso apruebe los proyectos que radicó el CNP. Es cuestión de dignidad.
Notas.
1. Cálculos del autor a partir de la información suministrada por el Banco de la República.
2. Salario más prestaciones del año 2020 ( $1.360.000 aproximadamente)
Excelentes datos
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